viernes, 22 de octubre de 2010
MALES DE ALTURA
La anécdota es de José Francisco Giraldo, un limeño que en el 2002 llegó al Cusco para abrir –junto a su pareja, la australiana Tamy Gordon– el restaurante Cicciolina, ubicado a pocas cuadras del centro histórico de la ciudad. Ocho años después, ambos saborean el éxito de su negocio, al que se sumó un segundo, Baco, abierto hace cuatro años. Pero, llegar a ello les llevó tiempo y, más que nada, dedicación: debieron enseñarle a sus trabajadores a manejar una compañía que, en un sector como el gastronómico, requiere de una alta dosis de calidad para ser rentable.
La historia de este ex guía de río y montaña que viajó por todo el mundo no dista mucho de la de otros que, atraídos por su majestuosidad, llegaron a la Ciudad Imperial para invertir, pero debieron saltar muchas piedras antes de alcanzar la meta.
“En el Cusco –dice Giraldo– la ventaja es que está todo por hacer. Hay muchos nichos no cubiertos y nosotros quisimos rescatar la tradición cusqueña con los restaurantes, pero dándole una opción distinta y la libertad de elegir al visitante”.
BUEN PAISAJE, PERO...
Hoy existe consenso respecto al desarrollo económico del Cusco. Ben Schneider, director del MBA de la Escuela de Posgrado de la Universidad del Pacífico, revela que, después de Lima, las dos regiones con más alta cantidad de inversiones comprometidas para el 2011 y 2012 son Apurímac con US$2.300 millones; y el Cusco con US$2.000 millones.
Según el Banco Central de Reserva (BCR) del Cusco, la minería e hidrocarburos son los rubros más relevantes de la región. En el caso de la minería, Xstrata tiene en el Cusco y Apurímac los yacimientos Tintaya y Las Bambas; mientras que el proyecto Camisea destaca en hidrocarburos. Se estima que el Cusco recibe al año US$700 millones en regalías por Camisea y el canon minero.
TURISMO EN RIESGO
A este panorama hay que añadirle el que es, a todas luces, el termómetro oficial de la región: el turismo. Un importante funcionario público de la ciudad explica que el Cusco registró un impulso en el sector desde que Machu Picchu se erigió como nueva maravilla del mundo en el 2007. “Esto se vio reflejado en la mejora de hoteles de la ciudad o en la apertura de otros en el Valle Sagrado”.
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